Cándido susurro despiertas mi alma, adormecida en el tiempo, condenada a vagar en las tinieblas crepusculares de las pasiones eternas de los mortales. Candil que disipas la sombría oscuridad, que envuelve de entristecido desconsuelo, la sutil transparencia de mi alma abatida. Acongojados y tormentosos son mis delirios, que antaño cubrieron de inmortal atrevimiento mi cuerpo, y hoy yace sumergido en el flagelante sepulcro, frío y gélido, del perpetuo olvido. Erika.
lunes, 5 de julio de 2010
Reflexión nocturna.
Me suceden tantas cosas día a día y me han pasado otras muchas a lo largo de mi vida. Cada vida está cargada de recuerdos y de acontecimientos que marcan y engrandecen la propia vida. Pero ahí está uno para rescatar lo bueno y olvidar lo malo. Si se vive recordando lo malo que nos ha pasado, se sigue sufriendo en vano. ¿Y a quién le importa?... a nadie, si no estás dispuesto a sufrir es mejor olvidar los malos momentos.
Siempre existirán personas que desean aprovecharse de nuestra nobleza, pero que hacer si somos así, es esa nuestra naturaleza y está acuñada en nuestra alma.
Las personas crecen de una determinada forma, educados con ejemplos y valores, quizás muy diferentes a los nuestros, por lo tanto no se puede pretender que hagan o piensen lo que nosotros hacemos y pensamos, ser tolerantes con las personas no quiere decir que seamos tontos y que nos engañen a cada momento cuando ven en nosotros almas buenas y bondadosas.
Algo que he aprendido con dolor en esta vida, es saber que los hijos solo son un préstamo de la propia vida, ellos son libres de acciones y omisiones y no seremos nosotros los más dignos para juzgarlos, mira que para eso existe alguien que todo lo sabe.
Nuestros hijos viven su propia vida y regresan a nosotros como siempre lo han hechos, cuando están carentes de soluciones, cuando tienen problemas o simplemente cuando les baja la nostalgia por aquel que los espera con amor.
Erika.
Casablanca, 12 mayo del año 2010.
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