Cándido susurro despiertas mi alma, adormecida en el tiempo, condenada a vagar en las tinieblas crepusculares de las pasiones eternas de los mortales. Candil que disipas la sombría oscuridad, que envuelve de entristecido desconsuelo, la sutil transparencia de mi alma abatida. Acongojados y tormentosos son mis delirios, que antaño cubrieron de inmortal atrevimiento mi cuerpo, y hoy yace sumergido en el flagelante sepulcro, frío y gélido, del perpetuo olvido. Erika.
martes, 29 de junio de 2010
Luz en las tinieblas.
Inquieto y tembloroso destello,
te filtras por el crepúsculo,
creado por las manos alzadas
de la esfinge del eterno.
Ha decaído la virtud del día,
vencido el misterio de la luz,
sometido a lúgubres
y tenebrosas congojas.
Condenado a surcar, cada noche,
los rincones eternos,
desnudo de esperanzas
y abrigado por inmenso desconsuelo.
Resplandores circundan su figura,
subyugado y resignado
a la febril mirada
de la fémina lunar.
Arroja de su pecho un gran sollozo
por la ausencia de su encanto.
Cálida virtud, recuerda con braveza,
destellando sobre múltiples estampas.
Los soberbios alcázares
se desvanecen como el humo
que glorificase, en paso firme,
con su ardiente luminiscencia.
Arrastrado aquí, sin reserva ni exclusión,
desprovisto de asperezas,
en su alma se agudiza
incontable sudor de sangre.
Zozobra, en mortal silencio,
su fuerza y aliento,
por aquella luna que atrapó,
su resplandor en las tinieblas.
Erika.
Casablanca, 23 de Junio del año 2010.
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