Modelo de vida.
En este ir y venir de mi vivir, he caído en este tiempo, en donde la demostración de sentimientos casi no está de moda, me llama la atención la carencia de ellos, en la propia juventud y en muchas personas adultas que a diario conviven en esta sociedad modernista.
Hoy, no es un día común, es un día especial, muy especial para mí, tan especial es, que me hace viajar muchos años atrás en la búsqueda de mis remembranzas. Los recuerdos están vivos en cada instante de mis jornadas, creo que no podría existir sin ellos, pues cuando la tristeza me recuerda que, no siempre, las realidades son como queremos, me anido en mis memorias y allí encuentro el bálsamo que la mitiga y me hace entrar en una condición diferente.
Gozo me produce, al recordar aquellos días en que pasaba tardes enteras, montada sobre los árboles, cogiendo fruta, construyendo la soñada casa sobre ellos o dibujando fantasías al ver pasar las blancas nubes en el cielo azul.
Me parece ver llegar a mi papá, por las mañanas, de su empleo, cada día, a la misma hora y con la misma sonrisa en su rostro, a pesar de haber trabajado toda la noche, siempre dispuesto a pasar unos instantes con sus hijos.
En esos años no comprendía porque se alejaba de nosotros cada noche y caminaba feliz al encuentro con su destino. Muchos fueron los años en que lo vi partir, con la única intención de brindar a su familia seguridad y bienestar.
Por su dedicación, fuerza de espíritu, honradez, ética, compañerismo y lealtad fue distinguido muchas veces, como el empleado del año. Méritos que él recibía con mucha humildad, los cuales me llenaban de orgullo, pues sabía que eran a costa de un gran sacrificio.
Su continúa ausencia se resarcía con aquellas eternas vacaciones que pasábamos fuera de Santiago, disfrutando de la playa, del campo, de los animales, de largas caminatas o de los nuevos amigos que hacíamos en cada viaje. Mucho más fácil era para él, ya que siempre ha sido un eterno conversador, cautivando a las personas con su diálogo ameno, abierto, claro, sincero, honesto y veraz.
Se esmeraba por darnos de todo, que jamás faltase nada en el hogar o para cada uno de sus hijos y principalmente, lo que recuerdo con más emoción, es que jamás me falto su cariño, su amor, su respeto, sus consejos, su calor, sus ejemplos de vida, sus regaños y castigos, su presencia como padre, su apoyo incondicional, mismo que me entrega hasta hoy, con sus dos brazos extendidos, siempre dispuesto a recibir a su hija entre ellos.
Porque hoy es un día especial para mí, por ser tú, un regalo de Dios, te doy las gracias infinitas por haber permitido que llegara a tu vida, y haber hecho de mí, la mujer que soy.
Constantemente estás en mis recuerdos y tu amor estará vivo eternamente en mi corazón. Gracias papá por estar para mí, siempre.
Erika.
Casablanca, 20 de Junio del año 2010.
Cándido susurro despiertas mi alma, adormecida en el tiempo, condenada a vagar en las tinieblas crepusculares de las pasiones eternas de los mortales. Candil que disipas la sombría oscuridad, que envuelve de entristecido desconsuelo, la sutil transparencia de mi alma abatida. Acongojados y tormentosos son mis delirios, que antaño cubrieron de inmortal atrevimiento mi cuerpo, y hoy yace sumergido en el flagelante sepulcro, frío y gélido, del perpetuo olvido. Erika.
domingo, 20 de junio de 2010
sábado, 19 de junio de 2010
sábado, 12 de junio de 2010
Cuerpo mío.
Cuerpo mío.
Descansa ya, cuerpo mío,
en nuestro lecho de fantasías,
gélido y frío.
Te observo desde un rincón,
no quiero partir,
custodio tu semblante
relajado y angelical.
Aguas de tus ojos se vierten,
más, de los míos,
se derrama sangre
de dolor
y tristeza
perpetua.
No fuiste capaz,
cuerpo mío,
de llegar al final
del gozoso
destino.
Cruzaste una daga
en tu pecho,
y me has sentenciado
a vagar
por las penumbras
desconsoladas.
Ennegrecida tu razón,
arrancaste de raíz
la desolada
e indestructible
melancolía.
¡Oh cuerpo mío!
como extraño tu calor,
tu risa que me colmaba
de emoción y
el canturreo atrevido
de tu corazón
ilusionado.
Descansa ya, cuerpo mío,
en nuestro lecho soñado,
álgido y sumiso
reposas inerte,
la tormentosa angustia
de tu infortunio.
Erika.
Casablanca, 18 de Junio del año 2010.
Descansa ya, cuerpo mío,
en nuestro lecho de fantasías,
gélido y frío.
Te observo desde un rincón,
no quiero partir,
custodio tu semblante
relajado y angelical.
Aguas de tus ojos se vierten,
más, de los míos,
se derrama sangre
de dolor
y tristeza
perpetua.
No fuiste capaz,
cuerpo mío,
de llegar al final
del gozoso
destino.
Cruzaste una daga
en tu pecho,
y me has sentenciado
a vagar
por las penumbras
desconsoladas.
Ennegrecida tu razón,
arrancaste de raíz
la desolada
e indestructible
melancolía.
¡Oh cuerpo mío!
como extraño tu calor,
tu risa que me colmaba
de emoción y
el canturreo atrevido
de tu corazón
ilusionado.
Descansa ya, cuerpo mío,
en nuestro lecho soñado,
álgido y sumiso
reposas inerte,
la tormentosa angustia
de tu infortunio.
Erika.
Casablanca, 18 de Junio del año 2010.
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