Cándido susurro
despiertas mi alma,
adormecida en el tiempo,
condenada a vagar
en las tinieblas crepusculares
de las pasiones
eternas de los mortales.
Candil que disipas
la sombría oscuridad,
que envuelve
de entristecido desconsuelo,
la sutil transparencia
de mi alma abatida.
Acongojados y tormentosos
son mis delirios,
que antaño cubrieron
de inmortal atrevimiento
mi cuerpo,
y hoy yace sumergido
en el flagelante
sepulcro, frío y gélido,
del perpetuo olvido.
Erika.
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